Ojalá poder volver a ese 15 de
mayo de 2015 para poder vivir de nuevo esa primera vez que vi “Mad Max Fury
Road” en una pantalla de cine. Pocas veces en mi vida he salido de una sala con
la certeza de acabar de ver una obra maestra, de presenciar una película que
sabía en ese mismo instante que la recordaría por siempre. Cada plano una
pintura, cada secuencia de acción una cátedra; no pude más que aplaudir y
sucumbir ante el espectáculo que se había marcado George Miller y su equipo; es
para mí simplemente, la mejor película de acción que he visto jamás.
Recuerdo aquellos ya lejanos 2011
y 2012, con las dudas que generaba el proyecto: una secuela tardía (casi 30
años desde la película anterior, injustamente menospreciada por muchos), sin un
Mel Gibson que se había vuelto un paria en la industria, retrasos, problemas en
el rodaje, presupuesto disparado y unas primeras imágenes que no lucían nada
bien; parecía un ejemplo más de una empresa sacada adelante por pura codicia y
falta de ideas, que hermoso cuando el cine te sorprende y te calla, redimiendo
por mérito propio un filme que parecía destinada al fracaso.
Es una película que no pierde el
tiempo, que domina por completo el ritmo de la historia, el metraje que
dedicará en ponerte en situación del mundo y de los personajes, conozcas la
saga o no; poco importa realmente, ni siquiera se molesta en explicar si
estamos viendo una secuela directa, precuela o reinicio, lo único que importa
es el camino que se abre siempre hacia adelante. Y hacia adelante es que
avanzamos con Max, atrapado una vez más en una situación límite, prisionero en
medio de una brutal persecución por parte de un demente tirano y su prole (un
Inmortan Joe que ahora resulta profético en tiempos de Trump) para atrapar a
una “Imperator” renegada.
Y entonces la cinta hace la
primera pausa, conocemos a Furiosa, nuestra verdadera protagonista, a esos
hermosos McGuffins en la figura de 5 “esposas” fugitivas, su meta y la
dimensión de lo que se les viene encima. Contadas son las veces que me he
preocupado tanto por el destino de un grupo de personas en el cine. El filme
simplemente no te vuelve a soltar jamás. La película es bastante salvaje, y a
pesar de eso creo que su arma secreta es lo sutil de su propuesta, ese subtexto
rico en análisis quizá queda corto por las prisas de la trama, pero sirve para
dar las pinceladas exactas a esa sociedad lastimada que se nos presenta; aquí
se cumplen la máxima de: “no lo digas, muéstralo”.
La saga Mad Max siempre ha sido
sobre la decadencia del ser humano, su vuelta a la barbarie y la esperanza que
se esconde al final del camino; en ese sentido, Fury Road es la más ambiciosa
de las 4. Poderosa es la encrucijada que plantea: seguir por ese camino hasta
la muerte o tomar las riendas de lo que tienes y rescatarlo. Amén del potente
sentido femenino que rodea al filme y la brutal crítica a la misoginia criminal
de la “civilización” y la “barbarie” por igual.
En ese aspecto, me quito el
sombrero ante uno de los mejores personajes que he visto en mucho tiempo:
Imperator Furiosa es ya icono del cine de acción y de empoderamiento femenino.
Charlize Theron se roba la película y goza de lo lindo interpretándola. Así,
ella se configura como el verdadero eje conductor de la historia, mientras el
Max de Tom Hardy, se posiciona como un secundario de lujo; Max es un personaje
que siempre ha funcionado como un ser enigmático, de leyenda, rodeado de
personajes carismáticos que mueven la trama; a excepción de la primera Mad Max
(1979), él no suele ser causa sino consecuencia, víctima de las circunstancias,
héroe resignado y Tom Hardy lo clava a la perfección.
Mención a todo el reparto que
brilla con luz propia: Nicholas Hoult, con un arco argumental muy tierno y triste,
las 5 esposas, que logran con pocas escenas, dibujarse como un grupo dinámico,
carismático y motivado, destacando Rose Hunttington Whiteley, Riley Keough y
Zoe Kravitz; otro tanto para la “Muchas madres”, ese grupo de abuelas moteras
que reparten de lo lindo. Y luego tenemos a los villanos, esos bástagos deformes
de Inmortan Joe y sus esclavos adoctrinados, los “war boys”, la caricatura
perfecta del machismo hiperbolado; el enfrentamiento con ellos es catarsis pura.
5 años han pasado ya y es triste
que las lecciones dadas por esta obra no han sido aprendidas de manera
generalizada, salvo honrosas excepciones. Que un director de 75 años llegara a
dar un puñetazo en la mesa entregando esta mezcla perfecta de efectos prácticos
y efectos digitales, de ahorro narrativo, de creación de mundos y personajes,
todo al servicio de una historia, de una idea, y no al revés; acabó siendo el
canto de cisne de una forma de hacer cine que parece extinguirse, que no
volverá a hacer igual jamás. Larga vida a Mad Max, larga vida a Imperator Furiosa,
larga vida al cine y a George Miller; caigo de rodillas al pensar lo que habría
sido su Liga de la Justicia.
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